"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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05-09-2008

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Reite de Aerolineas

 



Corría el caluroso enero de 2007 cuando los ministros Danilo Astori y Víctor Rossi anunciaron, satisfechos, que el gobierno al que representan había encontrado finalmente un socio privado dispuesto a capitalizar a la estatal y ciertamente deficitaria Pluna. Recuerdo muy bien ese día, porque por primera vez sentí que finalmente la experiencia de ser gobierno terminaría por transformar definitivamente a la izquierda uruguaya, hasta aquel entonces tan tozudamente en contra de cualquier emprendimiento que supusiera asociar capital privado con empresa pública.

La alegría, debo confesarlo, devino en sorpresa cuando me enteré que el socio privado seleccionado se haría del 75% de la propiedad de la empresa estatal. ¿Qué habría dicho la izquierda si en un gobierno de
Lacalle, Batlle o Sanguinetti se hubiera propuesto un negocio semejante? Hubiera sido un escándalo.

Más tarde, la sorpresa se convirtió en estupor. Fue cuando me enteré que el inversor que llegaba a salvar a Pluna en realidad no pondría un dólar y que los dólares, que se contaban por millones, los tendría que
poner el Estado. O sea todos nosotros.


Después, el estupor se volvió incredulidad. A ese inversor privado, al que se le daría el 75% de una empresa que se entregaría saneada previo aporte estatal millonario en dólares, todos los uruguayos le saldríamos
de garantía para la compra de aviones. Una garantía por 1.500 millones de dólares. Y por si eso no fuera suficiente, además los uruguayos todos, que como la izquierda nos enseñó somos los verdaderos dueños de
Ancap, pasaríamos a subsidiar con nuestros impuestos el combustible que esta empresa privada le pondría a los aviones que compraría con el respaldo de nuestra garantía. ¿Cuánto hubiera demorado la izquierda
uruguaya en reunir firmas para derrumbar como un castillo de naipes un negocio tan claramente perjudicial para la sociedad en su conjunto y para el Estado todo? ¿Una semana? ¿Y cuánto hubieran durado en sus
cargos los ministros que hubieran sido responsables de tal asociación antes de ser censurados por el Parlamento? ¿Un mes? ¿Menos?

Pese a las advertencias de la oposición, el gobierno entregó tres cuartas partes de una empresa estatal a un privado, puso plata arriba, puso al Estado como garante y subsidió el combustible.

Desde que Leadgate asumió el control de Pluna los problemas se han sucedido. El nuevo dueño se enfrentó primero con los pilotos. Luego con los funcionarios. Más tarde con los controladores aéreos. A todos ha
responsabilizado, a su turno, de su incapacidad para cumplir con un plan de negocios que, estaba claro, no podría cumplir.

El vuelo de Leadgate sigue. Mientras en la región Lan Chile es cada día más un ejemplo a imitar por quienes quieren hacer las cosas bien, la Pluna de Leadgate se parece cada día más a la Aerolíneas de Marsans.
Ya no hay control sobre lo que hace. Ya no se sabe dónde va. Ya el gobierno tiene que salir públicamente a admitir que se ha enterado de la cancelación de los vuelos a Madrid por los diarios. Y no es culpa de
Leadgate, sino de quien concedió el 75% de la propiedad de una empresa y su manejo sin haber tomado los mínimos recaudos que correspondían en un negocio de esa envergadura.

Sólo Leadgate sabe dónde terminará esta aventura, que para muchos podría representar un fangoso Waterloo para el progresismo cuando se avecinan tiempos electorales. Pero al gobierno, está claro, este mal
negocio le va a salir más caro de los muchos millones que ya pagó. Y si no, basta con mirar para Argentina.

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